lunes, 22 de febrero de 2016

Crónica: Luca Turilli's Rhapsody + Temperance + Qantice (Sala Salamandra, Barcelona)

Noche de metal europeo en la Sala Salamandra de L´Hospitalet de Llobregat. A los franco-italianos y cabezas de cartel Luca Turilli´s Rhapsody se le sumaban los también franceses Qantice y los también italianos Temperance, conformando un triple cartel desbordante de épica, dobles bombos y arreglos orquestales a todo trapo.

Abrieron fuego QANTICE, un quinteto que cuenta en sus filas con una violinista de origen oriental, Yosh Otias, lo cual otorga a la banda un inevitable toque exótico, y un guitarrista, Tony Beaufils, enfundado en una vistosa indumentaria blanca, en contraste con la oscuridad reinante, que lo señala además como un auténtico “guitar hero”, siempre en lucha con la violinista por construir el sólo más rápido de cada canción. El público disfrutó de la amistosa contienda. El repertorio incluyó temas de su segundo y hasta ahora último disco, “The Phantonauts”, y en general fueron un buen aperitivo de Power Metal sinfónico, que puso las pilas enseguida al respetable.

Tras estos salieron a las tablas TEMPERANCE, un cuarteto liderado por la bella Chiara Tricarico
a la voz, muy bien arropada por las seis cuerdas del bajo de Liuk Abbott, la eficiente guitarra de Marco Pastorino y el sólido trabajo de Giulio Capone a las baquetas. La propuesta de la banda era la menos sinfónica/épica de la noche, tendiendo más hacia el heavy metal melódico con voz femenina dentro que tantos grupos nos ha proporcionado últimamente la escena metálica mundial. Trataron de meterse al público en el bolsillo dirigiéndose a él constantemente para hacerle saltar o marcar el ritmo con las palmas, y a veces lo consiguieron.
Tanto Chiara como Marco sorprendieron a la segunda canción con un cambio de registro en las voces, casi más propio del HardCore de toda la vida y subiendo unas décimas las dosis de agresividad. Casi todo el repertorio estuvo basado en su último disco “Limitless” (2015) y el resultado final no lució del todo debido a un sonido no demasiado claro que nos impidió disfrutar de todos los instrumentos con claridad. Aún así, se apreciaron los puntos positivos y las cualidades que posee la banda. Y el público ya estaba del todo metido en el ambiente para recibir a LUCA TURILLI y los suyos, que era de lo que se trataba.

La sala fue llenándose poco a poco mientras el escenario permanecía oculto tras el telón y los roadies trabajaban duro para poner a punto la escenografía que iba a enmarcar la actuación de los esperados cabezas de cartel. Y cuando se retiró el telón, comenzó la aventura. Sonaba “Nova Genesis”, la intro con la que comienza “Prometheus, Symphonia Ignis Divinus” el último disco de los italianos, y la pantalla que cubría la parte trasera del set proyectaba imágenes y créditos de los integrantes de la banda, como si de una monumental película épica se tratara. Y es que eso es lo que el guitarrista de Trieste y los suyos han intentado alcanzar siempre y parece que ahora han conseguido: hacer de sus discos y actuaciones una suerte de “banda sonora” de una película que no existe, o que el espectador ha de recrear en su mente.

Una vorágine de euforia inundó rápidamente al público que, ahora sí, estaba visiblemente emocionado por la avalancha de estímulos audiovisuales. La pantalla mostraba los textos de las canciones, casi como un karaoke, con fragmentos en italiano, inglés y latín. Fueron desfilando temas tanto de la banda actual como de la banda “madre” Rhapsody, así como de Turilli en solitario. Pero era en las canciones pertenecientes al último disco, “Rosenkreuz” y “Prometeus” por ejemplo, donde se notaba en los músicos el esfuerzo, y a la vez satisfacción, de plasmar en vivo la música que tanto trabajo les ha costado componer, grabar y producir en el estudio. Dominique Leurquin, eterno compañero de fatigas de Turilli en cualquier banda que haya estado, demostró que no le va a la zaga al maestro en eso de darle a las seis cuerdas. A los pocos temas de haberse iniciado el concierto, hicieron acto de presencia dos coristas,  que fueron apareciendo intermitentemente en escena según lo requerían las canciones, y acabando de rematar la fidelidad extrema con la que el grupo reproducía para los asistentes toda la complejidad que sus obras atesoran.

Con “Unholy Warcry”, Turilli entró en éxtasis, brincando alrededor de sus compañeros y sintiendo en el alma todo lo que fluía de los músicos. En “The Pride of the Tyrant” las guitarras enloquecieron, y el público con ellas. Todos los miembros del grupo tuvieron la oportunidad de lucirse con su instrumento, incluyendo un solo de bajo que permitió a Patrice Guers desmelenarse con las cuatro cuerdas durante unos minutos, y cómo no, el inevitable solo de batería, en el que hizo lo propio Alex Landenburg. Alessandro Conti, a la voz, también tuvo su momento en el emotivo dueto que realizó con la corista femenina en “Tormento e passione”. Así que cuando llegó “Dark Fate of Atlantis” la conjunción del grupo era máxima, todo sonaba en su sitio y los músicos lo disfrutaban aún más.
Llegó el momento de la presentación de los miembros de la banda, donde el público reconoció la fidelidad que el mencionado Leurquin ha mantenido con Turilli a lo largo de los años, dedicándole la segunda mayor ovación de la noche. La primera fue para el propio Turilli, claro, que se mostró muy agradecido con el cariño del público y que, mediante gestos, prometió volver en no mucho tiempo por estas tierras. Los bises fueron para “Ascending to infinity” y “Emerald Sword”, el clásico de Rhapsody del ya lejano 1998.

El público, encantado, disfrutó con todo lo que el grupo ofreció, que no es poco precisamente, a lo largo de prácticamente dos horas de recital.

Texto: Javier Gómez
Fotos: Lucas Korneyá


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LUCA TURILLI´S RHAPSODY








TEMPERANCE






QANTICE






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