

a la voz, muy bien arropada por las seis cuerdas del bajo de Liuk Abbott, la eficiente guitarra de Marco Pastorino y el sólido trabajo de Giulio Capone a las baquetas. La propuesta de la banda era la menos sinfónica/épica de la noche, tendiendo más hacia el heavy metal melódico con voz femenina dentro que tantos grupos nos ha proporcionado últimamente la escena metálica mundial. Trataron de meterse al público en el bolsillo dirigiéndose a él constantemente para hacerle saltar o marcar el ritmo con las palmas, y a veces lo consiguieron.
Tanto Chiara como Marco sorprendieron a la segunda canción con un cambio de registro en las voces, casi más propio del HardCore de toda la vida y subiendo unas décimas las dosis de agresividad. Casi todo el repertorio estuvo basado en su último disco “Limitless” (2015) y el resultado final no lució del todo debido a un sonido no demasiado claro que nos impidió disfrutar de todos los instrumentos con claridad. Aún así, se apreciaron los puntos positivos y las cualidades que posee la banda. Y el público ya estaba del todo metido en el ambiente para recibir a LUCA TURILLI y los suyos, que era de lo que se trataba.

Una vorágine de euforia inundó rápidamente al público que, ahora sí, estaba visiblemente emocionado por la avalancha de estímulos audiovisuales. La pantalla mostraba los textos de las canciones, casi como un karaoke, con fragmentos en italiano, inglés y latín. Fueron desfilando temas tanto de la banda actual como de la banda “madre” Rhapsody, así como de Turilli en solitario. Pero era en las canciones pertenecientes al último disco, “Rosenkreuz” y “Prometeus” por ejemplo, donde se notaba en los músicos el esfuerzo, y a la vez satisfacción, de plasmar en vivo la música que tanto trabajo les ha costado componer, grabar y producir en el estudio. Dominique Leurquin, eterno compañero de fatigas de Turilli en cualquier banda que haya estado, demostró que no le va a la zaga al maestro en eso de darle a las seis cuerdas. A los pocos temas de haberse iniciado el concierto, hicieron acto de presencia dos coristas, que fueron apareciendo intermitentemente en escena según lo requerían las canciones, y acabando de rematar la fidelidad extrema con la que el grupo reproducía para los asistentes toda la complejidad que sus obras atesoran.

Llegó el momento de la presentación de los miembros de la banda, donde el público reconoció la fidelidad que el mencionado Leurquin ha mantenido con Turilli a lo largo de los años, dedicándole la segunda mayor ovación de la noche. La primera fue para el propio Turilli, claro, que se mostró muy agradecido con el cariño del público y que, mediante gestos, prometió volver en no mucho tiempo por estas tierras. Los bises fueron para “Ascending to infinity” y “Emerald Sword”, el clásico de Rhapsody del ya lejano 1998.
El público, encantado, disfrutó con todo lo que el grupo ofreció, que no es poco precisamente, a lo largo de prácticamente dos horas de recital.
Texto: Javier Gómez
Fotos: Lucas Korneyá
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