
Con la sensual danza de una bailarina invitada para la ocasión dio comienzo “Let Sadness be Destiny” de su segundo disco “Don´t fear the Wolf” (2010), que también se vio representado por “Show me the way” (menudos solos marca de la casa se marcaron Kike y Jony) y la épica “Blindfold”. Gerard Chicote, un jovencísimo cantante amigo de la banda subió al escenario para poner el toque extremo en las voces en “Fantasy” de su tercer Lp “Love Songs and other Nightmares”, donde consiguieron una perfecta mixtura de metal contemporáneo y clásico. Las sorpresas en cuanto a colaboraciones sobre el escenario no acabaron ahí, la banda tuvo un bonito gesto invitando a subir a hacer los coros a nada menos que a sus tres ex-bajistas, en la poderosa “Alpha”.
En la recta final, Christian Kohl dedicó a su madre (por primera vez presente en el público en todos estos años según dijo) “The Break up” que les quedó perfecta y nos emocionó tanto como a la mamá de Kohl. Y para acabar, lo que pareció una metáfora de la situación actual del grupo: “Time Flies” puso punto y final al concierto con el vocalista abandonando el escenario a mitad de canción y dejando al resto de la banda enfrascados en un final apoteósico de solos y guitarrazos. ¿Punto y final para ellos o punto y seguido? Seguro que siguen dando guerra muy pronto.

El concierto empezó con “Fiel a mi libertad” y al público ya lo tenían ganado en el minuto uno. Pero ellos no se relajaron ni mucho menos, siguieron desgranando lo mejor de su repertorio destacando “La tierra de los sueños”, con sus poderosos coros y estribillo, y el gran hit que ya es “1000 golpes”. Con “Mi alma sigue en pie” y “La última parada” dejaron constancia de su versatilidad. Intimismo y potencia heavy alternadas con gran habilidad.
Hubo un pequeño descanso para celebrar el cumpleaños del batería, Miguel, para volver a descargarnos una contundente “El año de la rabia”, algo más alejada del sonido más clásico del heavy metal, pero perfectamente coherente con la evolución de la banda, que no pierde ni un ápice de fuerza o de agresividad, más bien al contrario. Y Tony volvió a lucirse aquí a la guitarra, qué buen gusto tiene este chico a la hora de tocar su instrumento. El resto de miembros del grupo también convencen, por momentos Dünedain fueron una apisonadora, como en la cabalgante “Melancolía” o en “Por los siglos de los siglos”, que es todo un homenaje al sonido de Helloween, y esto no ha de molestar a nadie, es un reflejo sincero de las intenciones e influencias de este grupo que pisa cada vez más fuerte en el panorama nacional.
Para el cierre dejaron “Corazón de Invierno”, con la que la banda demostró disfrutar tocando delante de un público que alcanzó el apoteosis final, dando este último el visto bueno a su excepcional nuevo vocalista y al gran estado de forma en que se encuentra Dünedain.
Texto: Javier Gómez
Fotos: Lucas Korneyá
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